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Coyuntura:
Informe semanal de Fundación Pensar.
Internacional
Las alternativas para Europa.Las idas y vueltas de la crisis europea tienen en vilo a los mercados y
a los líderes internacionales.
La resolución que se dé a los
problemas de Grecia tendrá efectos sobre toda la economía
mundial.
El menú de alternativas no es alentador:
Inflación en toda
la zona del euro, ajuste lento y doloroso o salida del euro.
El riesgo
de un contagio italiano.
Economía:
¿Moderación, convicción o necesidad?
El tímido anuncio de una revisión de los subsidios apunta al
creciente problema fiscal pero también a la cada vez más
importante cuestión cambiaria.
Los fundamentos de la economía
aún son sólidos, pero el gobierno ha mellado la confianza:
Debería
llevar calma, evitando señales contradictorias y mostrando un
camino más consistente de moderación.
Política:
e Cannes a la City:
El gran hecho político de la semana fue la reunión en Cannes entre
Cristina Fernández y Barack Obama, que se deslució algo con un
voto negativo de EE.UU. en el BID.
En la City porteña, mientras
tanto, hubo nerviosismo por el dólar.
La situación argentina aún
permite el optimismo si el gobierno de Cristina Fernández logra
ajustarse a las nuevas realidades locales e internacionales.
Internacional.
Coyuntura
Informe semanal de Fundación Pensar.
Las alternativas para Europa.
Durante las últimas semanas la crisis europea no ha dado respiro.
Luego del acuerdo alcanzado para la deuda griega (una
quita del 50%), el primer ministro de heleno decidió llamar a un referéndum para que el pueblo decidiera la conveniencia
o no de aplicar aquellas medidas.
El referéndum fue anulado por la presión de los demás líderes de la zona del euro, que
llevó también a que Atenas formara un gobierno de unidad con un nuevo primer ministro.
El riesgo era que Grecia
decidiera salir de la zona del euro y que la incertidumbre se derramara al resto de los países en problema
s.
Este riesgo
comenzó a materializarse con el contagio a la tercer economía de la zona: Italia, y desencadenó en la promesa de
Berlusconi, de renunciar una vez que se aprueben las medidas de ajuste.
Grecia e Italia están encerradas en problemas de
competitividad y solvencia;
La elevada deuda
(incluso la griega después de la quita), requiere
recursos crecientes que deben ser extraídos de
la economía, lo que frena el crecimiento,
haciendo más pesada la carga de la deuda.
Para
romper este círculo hay que recuperar
competitividad, para lo cual hay distintas
alternativas de diversa complejidad.
La primera es aumentar la inflación en la zona
del euro, depreciando la moneda con respecto
al dólar.
Con EE.UU. también débil y Alemania
sin problemas de competitividad, esta alternativa pierda fuerza.
Otra alternativa es la “devaluación interna”: precios,
salarios, activos y el PBI deberían caer en las economías en discusión.
Esto es un proceso doloroso que puede significar
años de ajuste hasta llegar al equilibrio; se habla de una necesidad de ajuste de 30% en las variables griegas (el problema
italiano es menos grave).
Finalmente está la alternativa de salir de la zona del euro, lo que produciría una transición muy
dolorosa.
La riqueza y los salarios caerían abruptamente y la inflación y la pobreza se elevarían sustancialmente (como
Argentina-2002).
El beneficio es que se alcanzarían mucho más rápido los niveles de competitividad requeridos, se
dinamizarían las exportaciones y la producción interna y “arreglaría” las cuentas del Estado. Los costos disminuirían si la
salida se hace de manera ordenada y consensuada con los organismos internacionales.
El caso italiano es menos
dramático que el griego, pero más riesgosos para la economía mundial.
Si Italia comienza a pensar en volver a la lira el euro
podría terminar herido de muerte. La dimisión de Berlusconi busca tranquilizar a los mercados para disminuir los costos
de fondeo, pero si no se avanza en reformas estructurales sólo se ganará un poco de tiempo.
Economía.
¿Moderación, convicción o necesidad?
En un informe de coyuntura anterior sugerimos que la política de “subsidios para todos” podría estar terminando.
Cuando
planteamos esa posibilidad lo hicimos porque veíamos que la crisis internacional terminaría afectando la actividad local y
con ello la recaudación y que, por ello, el gobierno se enfrentaría con una necesidad de ajuste en las cuentas públicas.
Después de tantos “amagues”, esta posibilidad llegó y fue anunciada la semana pasada.
Motivó este cambio viene, en
parte, la dinámica de un gasto público que crece a tasas más elevadas que los ingresos, lo que evaporó el superávit fiscal;
y por otra parte, el comportamiento del dólar durante los últimos días.
¿Cómo se relacionan una y otra cosa?
Primero, la política de subsidios ha
mantenido los precios de la energía en
valores excesivamente baratos, lo que
desalentó la inversión y la producción y, al
mismo tiempo, incentivó el consumo.
En
consecuencia se hizo necesario importar
energía, lo que disminuyó el superávit
externo y quitó dólares de la economía.
En
un contexto de escasez de dólares, toda
posibilidad de sumar divisas es vista con
buenos ojos.
Segundo, las tasas de expansión del gasto
público (subsidios al tope de mayor
expansión) provocaron presiones inflacionarias adicionales, retrasando el tipo de cambio real.
Además, la forma en que el
gobierno se financió (emisión monetaria y reservas del BCRA) produjo una descapitalización del Central (cambió dólares
por bonos del gobierno).
Tercero, y desencadenante del anuncio, con el aumento en la demanda de dólares y la
intensificación de la fuga de divisas, el gobierno intentó mandar señales de moderación y mayor ortodoxia al mercado
para evitar así mayor incertidumbre sobre las acciones futuras.
El problema de esta idea es que se envían señales
contradictorias:
Con una medida ortodoxa y conservadora (reducción del gasto público) se intentó calmar el nerviosismo
provocado por una medida heterodoxa y cuestionada (controles y restricciones en el mercado de cambios).
El temor del gobierno, y el mayor riesgo para la economía, radica en que los depositantes en dólares sientan
desconfianza y vayan a los bancos a retirarlos.
Esto provocaría un problema en los bancos (porque parte de esos
depósitos están prestados) y en las reservas del Banco Central.
Mientras no se extienda la desconfianza, los rumores de
un “corralito verde” seguirán siendo infundados.
Por eso el gobierno debería llevar calma, evitando señales
contradictorias y mostrando un camino más consistente de moderación.
Política.
De Cannes a la City.
El gobierno nacional enfrenta una curiosa coyuntura: por un lado, se encuentra frente a un mundo menos propicio que el
que disfrutó hasta aquí (ver sección Internacional) y con el“modelo” mostrando sus grietas bien propias; por otro lado,
concentra poder como pocos gobiernos en la historia democrática argentina (la presidencia recientemente avalada con
54% de los votos, gran porcentaje de los gobiernos provinciales y municipales, pronto amplias mayorías legislativas y una
situación favorable en el Poder Judicial). El kirchnerismo nació, justamente, en la situación opuesta: un gobierno débil
frente a un mundo muy favorable y una economía que ya había pasado lo peor.
El gobierno nacional enfrenta una curiosa coyuntura: por un lado, se encuentra frente a un mundo menos propicio que el
Maquque disfrutó hasta aquí (ver sección Internacional) y con el “modelo” mostrando sus grietas bien propias; por otro lado,
concentra poder como pocos gobiernos en la historia democrática argentina (la presidencia recientemente avalada con
54% de los votos, gran porcentaje de los gobiernos provinciales y municipales, pronto amplias mayorías legislativas y una
situación favorable en el Poder Judicial). El kirchnerismo nació, justamente, en la situación opuesta: un gobierno débil
frente a un mundo muy favorable y una economía que ya había pasado lo peor. Maquiavelo decía que la gran virtud
política era poder cambiar para hacer frente a la necesidad: ser león o ser zorro según la conveniencia del momento. Nos
preguntamos, entonces si Cristina Fernández puede encarnar los cambios que la hora parece demandar.
El viernes Cristina Fernández se reunió en Cannes con el presidente
Barack Obama. La reunión duró unos cuarenta minutos y la Casa
Blanca habló de una reunión productiva y de mejorar la relación
bilateral: es una oportunidad. Poco antes, en el marco del G-20, la
presidente había criticado el “anarco-capitalismo” que estaría
gobernando la economía internacional, una postura ideológica que
parece cercana a aquellos grupos que, el mismo día en que se reunía
con Obama, recordaban con alegría la contra cumbre de Mar del Plata
en la que tanto se resintió la relación con EE.UU. Pocos días después,
EE.UU. votó en el BID contra el otorgamiento de un préstamo a la
Argentina; desde el Departamento de Estado se dijo, al mismo tiempo,
que se busca profundizar la historia de cooperación y que “el gobierno
norteamericano alienta al gobierno de Argentina a resolver todo este t
ipo de demandas
arbitrales pendientes
en el marco del CIADI como así tambien a que
tome los pasos pendientes para normalizar completa y finalmente sus relaciones con sus
relaciones con sus acreedores.”
Mientras tanto, la City porteña está un poco más nerviosa que de costumbre.
Como decimos en la sección de Economía,
no hay muchas razones objetivas para ese nerviosismo, sino alguna desconfianza.
El gobierno puede fomentar esa
desconfianza (como hizo con el dólar, con algunas medidas que luego suspendió en torno a las importaciones, con
algunas leyes pendientes en el Congreso).
Pero el gobierno también puede reducir esa desconfianza y encaminar al país
para hacer frente a las dudas económicas externas e internas.
Así como quizás hagan falta medidas que quiten la
desconfianza generada por las restricciones cambiarias, quizás hagan falta signos políticos (en el gabinete, en el temario
legislativo, etc.) ¿Será ya consciente el oficialismo que necesita cambiar? ¿Tendrá la virtud para hacerlo?
avelo decía que la gran virtud
política era poder cambiar para hacer frente a la necesidad: ser león o ser zorro según la conveniencia del momento.
Nos
preguntamos, entonces si Cristina Fernández puede encarnar los cambios que la hora parece demandar.El viernes Cristina Fernández se reunió en Cannes con el presidente Barack Obama.
La reunión duró unos cuarenta minutos y la Casa Blanca habló de una reunión productiva y de mejorar la relación bilateral: es una oportunidad.
Poco antes, en el marco del G-20, la presidente había criticado el “anarco-capitalismo” que estaría gobernando la economía internacional, una postura ideológica que parece cercana a aquellos grupos que, el mismo día en que se reunía con Obama, recordaban con alegría la contra cumbre de Mar del Plata,
en la que tanto se resintió la relación con EE.UU. Pocos días después, EE.UU. votó en el BID contra el otorgamiento de un préstamo a la
Argentina;
Mientras tanto, la City porteña está un poco más nerviosa que de costumbre.
Como decimos en la sección de Economía, no hay muchas razones objetivas para ese nerviosismo, sino alguna desconfianza.
El gobierno puede fomentar esa
desconfianza (como hizo con el dólar, con algunas medidas que luego suspendió en torno a las importaciones, con
algunas leyes pendientes en el Congreso).
Pero el gobierno también puede reducir esa desconfianza y encaminar al país
para hacer frente a las dudas económicas externas e internas.
Así como quizás hagan falta medidas que quiten la desconfianza generada por las restricciones cambiarias, quizás hagan falta signos políticos (en el gabinete, en el temario legislativo, etc.) ¿Será ya consciente el oficialismo que necesita cambiar?
¿Tendrá la virtud para hacerlo?
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