sábado, 7 de julio de 2012

Es para pensar...


EL NAUFRAGIO 

DE LA RAZÓN.

Carlos Berro Madero. 
“La diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino solamente de que conducimos nuestros pensamientos por diversas vías y no consideramos las mismas cosas. No basta con tener la mente bien dispuesta, sino que lo principal es aplicarla bien” (René Descartes).
 La razón, cuando funciona libre de prejuicios y agrega el buen sentido, permite evitar la parcialidad que provocan ciertas emociones al momento de construir una imagen de la realidad. 
Uno debe alumbrarla siempre DESDE UNO MISMO, porque no está a la vista de todos y constituye siempre un penoso y solitario esfuerzo personal.
Muchas personas no están dispuestas a someterse a esta disciplina y andan por la vida a los tumbos, exhibiendo una notable capacidad para convertirse en verdaderos ignorantes.
La política exige a quienes la ejercen como profesión un esfuerzo mayor aún, porque sus actores se mueven siempre en medio de una inevitable disparidad de opiniones que requiere un balance adecuado al momento de tomar una decisión.
Nuestra sociedad es un buen ejemplo del desprecio que le prestan a estas cuestiones tanto quienes desempeñan cargos en los poderes del Estado, como los que ejercen la representación gremial de las asociaciones profesionales.
Olvidan que la sabiduría en aplicar la razón y el sentido común permiten tener siempre una “vida razonable”, propiciando el establecimiento de juicios verdaderos sobre las cosas. Es decir, evitar los errores de interpretación de circunstancias juzgadas bajo estados emocionales.
Con el advenimiento del gobierno neo progresista de los Kirchner se acentuó una crisis que podríamos denominar “del hombre desorientado”: aquel que, perdido en los afanes egoístas de sus apetencias personales, termina por caer en la inseguridad que provoca contrariar el orden natural de las cosas, pisando en falso y cayendo en el error sistemáticamente.
Descartes sostenía que el modo de evitarlo consiste en aplicar siempre la duda “con implacable radicalidad”, alejándose así de los juicios de valor absoluto. Mientras se duda, se piensa y se toma conciencia de que hay que alejarse de algunas falsas certidumbres que son producto de la subjetividad.
No hemos podido hallar así un “criterio de verdad”. Cada ciudadano, encerrado en su “yo”, pugna hoy día por ideales que no responden al bien común sino a la pretensión de dominar a los demás, hasta imponer su propia visión de la realidad.
Cristina ha exacerbado particularmente este sentimiento, diseminando con sus peroratas un maniático sentido de “trascendencia”, que no le permite tomar en cuenta ninguna referencia objetiva de la naturaleza de las cosas.
El gobierno que lidera intenta demostrar que las ideas que presenta deben ser aceptadas como parte de una “existencia real” que pregona, sin permitir réplica alguna.
Creen que su triunfo en las recientes elecciones les otorga el derecho a considerarse con plena autoridad para imponer sus argumentos, convencidos que sus “innovaciones” están bien contenidas en la forma en que expresan sus ideas.
Ausente la meditación y establecida la desmesura, los conflictos provocados por esa conducta soberbia y autoritaria han comenzado a subir de tono y están convirtiendo la convivencia social en una caldera en ebullición.
La Presidente no se pregunta qué puede hacer con la diversidad ni acepta que “el mayor vicio humano radica en creer que nuestras facultades son más perfectas que las del vulgo” (Descartes), cometiendo los peores atropellos.
El último episodio de esta naturaleza, es el entredicho entre Moyano y Cristina por cuestiones atinentes a leyes que perjudican el salario, reclamadas por la CGT e ignoradas por el gobierno sin establecer un diálogo “satisfactorio”.
Hemos llegado así al punto en el que solo resta esperar una milagrosa reacción de sensatez que evite confrontaciones más violentas que las ya habidas y que puede conducir a una mayor disgregación social.
El gobierno debería aceptar que algunas evidencias que tiene ante su vista -clara y distintamente, son todas verdades.
Mientras ello no ocurra, seguiremos sumergidos en la oscuridad a la que nos tiene sometidos el naufragio de la razón.
carlosberro24@gmail.com