sábado, 6 de julio de 2013

En honor


                  2013


EN HONOR A LA MUJER I.

¡Qué 

Primera 


Dama!



Esta  es una  mujer  que  vale y:
¡ES NUESTRA...!
Un ejemplo de persona.

El año pasado le hablé de la doctora 
Eugenia Sacerdote de Lustig. 
¿Se acuerda?
Varios oyentes me pidieron que volviera a contar su historia enhomenaje al día de la mujer.
Ella se hizo famosa entre comillas cuando la línea 80 la nombró pasajera ilustre y le dio un pase de por vida.
Era un premio a su constancia de viajar todos los días en ese colectivo a su trabajo como jefa de investigación del Instituto de Oncología Angel Roffo.
Por aquel entonces, la venerable mujer tenía 90 años. 
Esa anécdota ciudadana disparó la curiosidad de los medios y muchos conocimos la vida ejemplar de la doctora Eugenia. 
Su esfuerzo, su sacrificio cotidiano de lucha.
Nos enteramos que esta señora que podría ser la abuela de cualquiera de nosotros, con el cabello totalmente blanco y que andaba lento como
perdonando al viento tiene en su guardapolvo de investigadora a su orgullo mas grande.
Después fue declarada ciudadana ilustre de Buenos Aires e inmigrante ilustre del Piamonte, la patria chica de Italia donde dejó parte de su familia. 
La doctora desciende de los barcos como tantos argentinos.
Tenía 25 años y una hija en sus brazos que cumplió un año en plena travesía en el medio del océano.
Llegó al puerto con sus valijas de cartón y con la esperanza de construir una nueva vida en un país libre y democrático, lejos del fascismo de Mussolini que manchaba su tierra querida.
Mientras aprendía a cantar y a bailar el tango, se dedicó a combatir otros males tan terribles como el totalitarismo del Duce: enfrentó la peor epidemia de polio que tuvo la Argentina antes de que se
descubriera la vacuna Salk.
Y como si esto fuera poco le declaró la guerra científica al Mal de Alzheimer y el cáncer.
Ese maldito cáncer, tal vez como revancha le fue erosionando la vista.
Sus ojos comenzaron a nublarse hasta la ceguera absoluta. Por eso dejó de viajar en colectivo y ella, tan corajuda, empezó a tenerle miedo a los escalones que es lo imprevisto que sube o que baja. Pero una remisería vecina la empezó a llevar de aquí para allá, porque ella es un tesoro de todos que todos tenemos que cuidar.
Tenía 90 años y seguía cumpliendo con su vocación y obligación.
Dirigía a los jóvenes biólogos en su análisis del transplante neuronal en las ratas de laboratorio. 
Era admirable su cargo de investigadora del Conicet.
La doctora Eugenia recibió el premio Hipócrates que es la más alta distinción que un médico puede recibir en nuestro país y eso no la transformó en mármol ni en bronce. 
Se mantuvo de carne y hueso y ni siquiera se volvió formal o aburrida.
Era la más chistosa del trabajo. 
La encargada de celebrar los cumpleaños de sus compañeros, de homenajear la vida compartiendo al
mediodía una porción de tarta y una mandarina de postre.
La Nona sabia inoculó en la sangre torrentosa de sus hijos y nietos el amor por la educación, la excelencia y la honradez.
Ella sigue estudiando aún hoy que tiene, escuche bien por favor, aun hoy, que tiene 100 años.
Esta maravilla de la humanidad tiene dos adicciones: los libros y la quesería donde compra los manjares que la acercan a su infancia como
la mozzarella de Búfala o el delicioso mascarpone.
A los 100 años, la doctora Eugenia, mezcla milagrosa de neuronas y sensibilidad solidaria es considerada una reina madre por sus discípulos. 
Ella que fue discípula de Bernardo Houssay, uno de
nuestros premio Nóbel.
Es una pachamama que cruza los genes italianos con los judíos y protege todo lo que toca.
No se enoja nunca. 
Sonríe siempre. 
Dice que esa es su fórmula para cumplir un siglo en paz y armonía con todos.
Esta orgullosa porque fue reconocida como "Prócer de la medicina bicentenaria", un diploma de honor, que le entregó otro oncólogo honesto como ella, el ex presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez.
Hoy la doctora Eugenia tiene 9 nietos y solo se lamenta que la ceguera no le haya permitido conocer la cara de sus 4 bisnietos. 
Escucha radio y tiene un software que le lee los diarios.
Ella insiste en que está ciega.
Sin embargo yo tengo la sospecha que su mirada va mucho mas allá de lo que uno puede suponer.
Mira con el cerebro y con el alma.
Es un siglo de mujer y orgullo.
Alfredo Leuco.
*  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  *  La nota anterior llegó a nuestra mesa de trabajo un largo tiempo despues que el señor Leuco la diera a conocer, su estilo, su forma y la particular ternura poética nos impulsaron a publicarla. Lamentablemente la doctora ya no esta entre nosotros, salvo en el recuerdo y admiración.
Por tal motivo, publicamos además una síntesis de su vida para que sea conocida por nuestros lectores.

"Se fue en un suspiro, mientras conversaba con su hija. "
El domingo por la tarde, la científica ítalo-argentina Eugenia Sacerdote de Lustig, cuyas investigaciones fueron clave para controlar la epidemia de poliomielitis y que dedicó su vida al estudio de las células vivas, murió en Buenos Aires a los 101 años. 
Hace dos semanas, había sido distinguida en el Senado de la Nación con la Medalla del Bicentenario.Fue, junto con su prima hermana Rita Levi Montalcini (Premio Nobel de Medicina 1986 y senadora vitalicia en Italia), una de las primeras mujeres en recibirse de médica en Italia.
Eugenia Sacerdote llegó a la Argentina en 1939, tras dejar su país por las persecuciones raciales del régimen de Benito Mussolini. 
En la cátedra de Histología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, se dedicó a investigaciones con el cultivo de células vivas in vitro, técnica que permite el estudio de virus y tumores.
La médica dijo hace algunos años a ANSA que, en el marco de la campaña para introducir la vacuna contra la poliomielitis, "y para dar el ejemplo" se inmunizaron primero ella y sus tres hijos. También recordó en ese diálogo que siempre sintió nostalgia por su país natal, del que añoraba "las montañas" y "las estrellas" del hemisferio Norte, que la habían acompañado en la infancia.
También evocó que, a poco de nacer en Italia su primera hija, una mañana leyó en el diario las decisiones de Mussolini contra los judíos y que a causa de ese duro golpe emocional, "dejó de tener leche para amamantar".
Con su marido, que trabajaba en la empresa Pirelli, viajaron primero a Brasil y luego a la Argentina. 
Se comunicaba con su prima hermana "todas las semanas", en un vínculo estrecho de dos personalidades de la misma edad y ambas dedicadas a la ciencia.
Investigadora del Conicet y jefa de Virología del Instituto Malbrán, trabajó hasta los 80 años, cuando comenzó a perder la visión, aunque siguió dialogando con sus discípulos y manteniendo una intensa actividad intelectual a partir de las lecturas que amigos y estudiantes hacían para ella..
Nació en Turin, Italia el   9 de noviembre de 1910,  falleció el  27 de noviembre de 2011, en  Buenos Aires, Argentina).