domingo, 11 de septiembre de 2016

El Conocimiento . El Bien más preciado del Hombre a lo largo de toda su Historia . . .

El Bien más preciado del Hombre a lo largo de toda su Historia . . .                     El Conocimiento . . .                                                                                 se le debe a Los Maestros de todos los tiempos.  
       Rodolfo A. Griffa.
 Desde la oscuridad del Principio de la Historia, el conocimiento siempre fué la herramienta más poderosa del Hombre en el camino de la evolución.
Y atado a este concepto, siempre fue el aprendizaje la suma de lo anterior más todo lo nuevo. 
Y no se puede hablar de aprendizaje sin decir MAESTRO/A.
Primero fue padre/madre, luego ancianos, y hasta hoy, MAESTROS, QUE NOS DIERON, DAN Y DARAN las coordenadas del rumbo a seguir para no perder nuestro destino mejor.  


  En nuestro tiempo, y ahora para siempre, tendremos memoria de quienes nos dieron ese conocimiento que nos llevó por los intricados caminos de nuestras vidas.       Los más y los menos con el aprendizaje de pautas corrientes, de planes creados con la idea de ser todos iguales, de adquirir los mismos conocimientos, de tener las mismas posibilidades,  de poder lograr un bienestar deseado, anhelado y esquivo, que no todos logramos, pero que en los tiempos de sueños todos avizoramos, y en esos sueños de ser mejor y tener mejor vida, siempre aparece el recuerdo de algún maestro o maestra que nos dieron el empujón para que tratáramos de alcanzar esas metas de bienestar  material y espiritual, que es el pretendido destino del hombre.         En nuestra cortísima historia de Nación, no podemos dejar de mencionar al gran Sarmiento, maestro de maestros, pero detrás de Sarmiento se encolumnan miles de educadores, laicos o religiosos, de distintos Credos, que en estos pocos doscientos años, sembraron en los Argentinos la formación requerida para ser cada día un poco mejor, y no fue culpa de ellos los caminos equivocados de tantos, que perdieron la brújula.                                                                                                                                   Carmen Aurora Límido,  María Teresa Granata, Enriqueta…                                                                                    Fueron las primeras maestras en mi vida, y después, tantos,  muchos y queridos, maestros que aún hoy siguen siendo luz entre mis penumbras.                                          A todos ellos gracias por tanto amor que me dieron, y perdón por no alcanzar todos los objetivos que me marcaron, y que se fueron quedando a lo largo de estos casi ya 80 años de vida.                                                                                                                        Los guardo en mi corazón.                                                                                                    Y como homenaje a todos los maestros dedicados y dignos, que enarbolan su vocación de enseñar aún en las condiciones más duras e inóspitas, de fronteras o desiertos, de selvas o  montañas, dejan parte de su vida, por dedicar sus horas, días, meses o años, gran parte de su vida a los pocos o muchos niños que son encomendados a su cuidado, a su amor, a su vocación de dar, mucho más de lo que reciben, de una sociedad de memoria corta, y egoísmos largos.                                         A todos los MAESTROS, que se parecen a los que menciono en la nota, GRACIAS,  una pobre palabra que nunca podrá significar lo que fueron,  son y serán en la vida de todos los Argentinos.                                                                                                         
Es el Himno a Sarmiento, el mejor reflejo de lo dicho y le queda de medida a cada mestro en su día en el lugar en que se encuentra hoy.

Fue la lucha, tu vida y tu elemento;
la fatiga, tu descanso y calma;
la niñez, tu ilusión y tu contento,
la que al darle el saber le diste el alma.

Con la luz de tu ingenio iluminaste
la razón, en la noche de ignorancia.
Por ver grande a la Patria tu luchaste
con la espada, con la pluma y la palabra.

En su pecho, la niñez, de amor un templo
te ha levantado y en él sigues viviendo.
Y al latir, su corazón va repitiendo:
¡Honor y gratitud al gran Sarmiento!
¡Honor y gratitud, y gratitud!

¡Gloria y loor! ¡Honra sin par
para el grande entre los grandes,
Padre del aula, Sarmiento inmortal!
¡Gloria y loor! ¡Honra sin par!

Letra y música: Leopoldo Corretjer.                                 
 

buendianoticia.com