jueves, 4 de octubre de 2012

Hermosa historia de vida. . . para pensár..





Por Tomás Bulat
         Economista.

17/09/2012

Bulat: "Soy clase media y trato de vestirme bien ¿Debería avergonzar​me?"
En esta nota, el economista destaca que la mayoría de los argentinos aspira a la movilidad social y no a la lucha de clases .

"Con su permiso les voy a contar una pequeña historia. Corría el año 1919 y en Tomiño, un pueblo cerca de Vigo, Galicia, vivía una familia formada por un matrimonio y 7 hijos. Como se encontraban en una muy crítica situación económica, el padre decidió hipotecar su humilde casa para comprar un pasaje a su hijo mayor -de tan solo 14 años- para que vaya a la Argentina.
Debía encontrar a un tío que vivía en una ciudad llamada Necochea, quien lo ayudaría a encontrar un trabajo que le permitiera enviar dinero para colaborar a alimentar al resto de la familia. Así fue como ese niño de 14 años se subió a un barco y se vino a Argentina. Por supuesto no encontró a su tío y terminó trabajando en un tambo en Lobería.
Pasó el tiempo, se casó y tuvo 4 hijas, de las cuales algunas fueron profesionales y otras no, pero todas lograron convertirse en clase media.
Todos los nietos de quien fuera el niño de 14 años tuvieron acceso a formación universitaria.
Ese señor estaba orgulloso de que, pese a no haber terminado tercer grado, había logrado que la mayoría de sus hijas fueran universitarias y sus nietos también.
Ese hombre se llamaba José y era mi abuelo
Ese casi analfabeto fue el hombre que me enseñó valores, conductas y respeto. La admiración que tengo por él es enorme y yo soy de clase media gracias a él. 
Gran parte de lo que soy, y de lo que puedo ofrecerles a mis hijos, se lo debo a él.

Mi abuelo siempre me habló con or
gullo de su esfuerzo, de su lucha, no exenta de frustraciones o resentimientos, pero sabiendo que le había dejado una mejor situación a sus hijos y a sus nietos gracias al trabajo de toda una vida.
Lo interesante de mi abuelo es que siempre hablaba de esfuerzo (palabra hoy casi olvidada) y nunca de sacrificio (tan de moda últimamente).

Soy clase media.
Yo soy clase media argentina, me recibí en la universidad pública, milité al final de la dictadura, participé en todas las marchas, voté. Mientras estudiaba trabajé part time; luego de recibirme gané una beca para estudiar en Brasil.

Viajé, estudié, conocí Rio de Janeiro. Volví desempleado y estuve haciendo changas hasta que ingresé en una empresa como joven profesional. Luego conseguí otro trabajo en la Auditoria General de la Nación y logré una media beca en una universidad de Inglaterra para una maestría en economía.

Ahora soy lo que soy. Nadie me regaló nada, pero mucha gente me ayudó. Familiares, amigos y jefes. Nadie logra todo solo en la vida. Hoy -como tantos otros en nuestro país- trabajo cerca de 12 horas por día. Tengo el placer de hacer lo que me gusta, y me pagan por ello. Pero lo tengo ahora, no fue siempre así.
Nunca pasé hambre, mi abuelo sí. El estaba orgulloso de que sus hijos no pasaran por lo mismo que él y, a la vez, sus hijos estaban contentos de poder darles más ayuda y más formación a sus propios hijos.
Movilidad vs. Lucha
Movilidad social lo llamábamos en Argentina. Donde cada generación estaba contenta por sus logros, pero sobre todo por las posibilidades que le dejaba a la generación siguiente. Que fueran más cultos, que tuvieran más mundo, que vivieran mejor.
Muchos de esos valores ya no son parte de la Argentina. Hay una clase media vergonzante. 
Hay quienes se avergüenzan de ser lo que son. Disfrutan con culpa sus logros y ya nos le parece un modelo a seguir. 
El pobre que sale de la pobreza nunca es modelo. Lo es el que sigue en la pobreza y en el círculo vicioso que ella implica.

¿Qué modelo emular?
En lugar de alegrarse porque cada vez haya menos planes sociales -que significaría que cada vez más gente se gana su sustento mediante su trabajo- se festeja que haya más planes
Se siguen inaugurando cada vez más hospitales cuando lo ideal sería tener cada vez menos enfermos. Se siguen pidiendo más cárceles en lugar de menos delincuentes. 
Cada vez más pobres que necesitan más lástima, más planes y más beneficencia; y menos pobres que necesiten más trabajo, más dignidad y más futuro.

Yo soy clase media y orgulloso de ello. Laburo todos los días para serlo. No soy perfecto ni lo pretendo, pero no ando pidiendo todo el tiempo ni llorando culpas.Si puedo, me visto mejor, también espero que mi próximo auto sea mejor que el actual. Si puedo, viajaré a conocer el mundo y disminuir mi ignorancia y la de mi familia. Ese era el sueño de mi abuelo y hoy es el mío.
El ideal de la gran mayoría de los argentinos es la movilidad social, no la lucha de clases. Peronistas o radicales siempre tuvieron por finalidad mejorar la vida de los trabajadores y si se opusieron a los conservadores, no era por una lucha de clases, sino porque estos impedían la movilidad social. Dificultaban el acceso al voto, impedían el ejercicio de los derechos laborales y la seguridad social. Así el país fue avanzando y retrocediendo, pero nunca se había cambiado el ideal. La movilidad social era el objetivo.

Nacemos en cunas distintas y es el rol del Estado darnos la igualdad de oportunidades (educación, salud y promoción del trabajo) Para desde allí, cada uno mediante su talento, su esfuerzo y su decisión, ir haciendo su camino.

La clase a la que pertenecemos no debería ser un estigma. Los pobres deben poder ser clase media o ricos y los ricos deben poder ser pobres.
Movilidad, no estigmatización.En la Argentina la movilidad social era también el símbolo del crecimiento económico del país. Trabajando, estudiando, creando empresas era como se mejoraba la calidad de vida de las personas. Hoy la movilidad social ascendente se busca en el deporte, en la televisión o en la política.

Bla.. Bla.. Bla.. ¿ O hablar bien ?

Discurso
de
Pepe Mujica
en

Río de Janeiro
El discurso ya se está  considerando histórico, 
Mujica habló ante una audiencia de mandatarios 
que con desgano escucharon las verdades brutales que les decía, 
recién a días del discurso, la prensa internacional y el mundo comienzan a tener en cuenta que no fue un simple discurso el que dijo el presidente uruguayo.


“Autoridades presentes de todas la latitudes y organismos, muchas gracias. 
Muchas gracias al pueblo de Brasil y a su Sra. presidente, Dilma Rousseff. 
Muchas gracias también, a la buena fe que han manifestado todos los oradores que me precedieron.
Expresamos la íntima voluntad como 
gobernantes  de apoyar todos los acuerdos que, esta, nuestra pobre humanidad pueda suscribir.
Sin embargo, permítasenos hacer algunas preguntas en voz alta. 

Toda la tarde se ha hablado del desarrollo sustentable.
De sacar las inmensas masas de la pobreza. 
¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas?
 ¿El modelo de desarrollo y de consumo que queremos es el actual de las sociedades ricas? 

Me hago esta pregunta: ¿qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? 

Más claro: ¿tiene el mundo los elementos materiales como para hacer posible que 7 mil u 8 mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Será eso posible? 
¿O tendremos que darnos otro tipo de discusión? 
Hemos creado esta civilización en la que hoy estamos: hija del mercado, hija de la competencia y que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo. 
Pero la economía de mercado ha creado sociedades de mercado. Y nos ha deparado esta globalización, cuya mirada alcanza a todo el planeta. 

¿Estamos gobernando esta globalización o ella nos gobierna a nosotros? 

¿Es posible hablar de solidaridad y de que “estamos todos juntos” en una economía que basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad? 
No digo nada de esto para negar la importancia de este evento. Por el contrario: el desafío que tenemos por delante es de una magnitud de carácter colosal y la gran crisis que tenemos no es ecológica, es política

El hombre no gobierna hoy a las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado gobiernan al hombre. Y a la vida. 
No venimos al planeta para desarrollarnos solamente, así, en general. Venimos al planeta para ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Y ningún bien vale como la vida. Esto es lo elemental. 

Pero la vida se me va a escapar, trabajando y trabajando para consumir un “plus” y la sociedad de consumo es el motor de esto.Porque, en definitiva, si se paraliza el consumo, se detiene la economía, y si se detiene la economía, aparece el fantasma del estancamiento para cada uno de nosotros. 

Pero ese hiper consumo es el que está agrediendo al planeta

Y tienen que generar ese hiper consumo, cosa de que las cosas duren poco, porque hay que vender mucho. Y una lamparita eléctrica, entonces, no puede durar más de 1000 horas encendida. ¡Pero hay lamparitas que pueden durar 100 mil horas encendidas! Pero esas no, no se pueden hacer; porque el problema es el mercado, porque tenemos que trabajar y tenemos que sostener una civilización del “úselo y tírelo”, y así estamos en un círculo vicioso. 

Estos son problemas de carácter político. Nos están indicando que es hora de empezar a luchar por otra cultura. 
No se trata de plantearnos el volver a la época del hombre de las cavernas, ni de tener un “monumento al atraso”. Pero no podemos seguir, indefinidamente, gobernados por el mercado, sino que tenemos que gobernar al mercado. 
Por ello digo, en mi humilde manera de pensar, que el problema que tenemos es de carácter político. Los viejos pensadores –Epicúreo, Séneca y también los Aymaras- definían: “pobre no es el que tiene poco sino el que necesita infinitamente mucho”. Y desea más y más. 

Esta es una clave de carácter cultural. 

Entonces, voy a saludar el esfuerzo y los acuerdos que se hagan. Y lo voy acompañar, como gobernante. Sé que algunas cosas de las que estoy diciendo "rechinan". Pero tenemos que darnos cuenta de que la crisis del agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa.La causa es el modelo de civilización que hemos montado. Y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir. 

Pertenezco a un pequeño país muy bien dotado de recursos naturales para vivir. En mi país hay poco más de 3 millones de habitantes. Pero hay unos 13 millones de vacas, de las mejores del mundo. Y unos 8 o 10 millones de estupendas ovejas. Mi país es exportador de comida, de lácteos, de carne. Es una penillanura y casi el 90% de su territorio es aprovechable. 

Mis compañeros trabajadores, lucharon mucho por las 8 horas de trabajo. Y ahora están consiguiendo las 6 horas. Pero el que tiene 6 horas, se consigue dos trabajos; por lo tanto, trabaja más que antes. ¿Por qué? Porque tiene que pagar una cantidad de cosas: la moto, el auto, cuotas y cuotas y cuando se quiere acordar, es un viejo al que se le fue la vida. 

Y uno se hace esta pregunta: ¿ese es el destino de la vida humana? 

Estas cosas que digo son muy elementales: el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor a la tierra, del cuidado a los hijos, junto a los amigos. Y tener, sí, lo elemental. 

Precisamente, porque es el tesoro más importante que tenemos. Cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana."