lunes, 15 de octubre de 2012

La Historia es testigo. . .



DE SIMÓN BOLÍVAR
AL POPULISMO CHAVISTA 





   Por Ernesto Bobek Cáceres
                Abogado (Justa Causa)
                ebobek@fibertel.com.ar




Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el Poder. El pueblo se acostumbrará a obedecerle y él a mandarlo, de donde se originan la usurpación y la tiranía. 

Fdo.:  Simón Bolívar.-
Congreso de Angostura, 1819.



Simón Bolívar (1783-1830) es considerado, junto con José de San Martín, el forjador de la independencia hispanoamericana. Repasando el pensamiento citado que debiera ser de aplicación universal, confrontándolo con sus acciones, cuesta creer que sean palabras suyas. Para comprender a Bolívar, debemos recordar que perteneció a una familia aristocrática y que desde muy joven recorrió varios países europeos. En 1804 recala en París, donde vivió las primeras etapas del imperio napoleónico, que logran influir en su concepción de una república autoritaria.
 En 1807 regresa a Venezuela, donde comienza a planear la lucha por la independencia. En 1810, la Junta Gubernamental establecida en Caracas lo nombra comisionado ante el gobierno británico. Finalizada su misión, regresa de Londres con el general Miranda, fundando ambos la Sociedad Patriótica, la que presionó al Congreso para proclamar la independencia, lo que se produce a mediados de 1811. Se incorpora al ejército y participa con distinta fortuna en batallas contra la reacción realista y en guerras civiles. Varias veces debió emigrar por los problemas internos de Venezuela. En 1813 entra en Caracas y proclama la II República.
         Se suceden guerras civiles que lo obligan a recalar en Jamaica (1815), desde donde acusa al federalismo de provocar el fracaso de las luchas por la independencia, como asimismo la necesidad de establecer gobiernos provisionales autoritarios en las repúblicas independientes. Aliado con las tropas llaneras de Páez, derrotó al realista Morillo en la batalla de Calabozo (1818). Luego vendría la  victoria de Boyacá (1819), tras la cual se hace nombrar presidente de la República de la Gran Colombia, que comprendía los actuales estados de Venezuela, Ecuador, Colombia y Panamá.
       Puerto Cabello, último reducto realista, cae en 1823. Tras reunirse con José de San Martín, emprende la campaña del Perú. Triunfa en Junín y finalmente en Sucre (1824), última gran batalla por la independencia hispanoamericana.
         Perú toma el nombre de República Bolívar (actual Bolivia), y en 1826, Simón Bolívar redacta su constitución, en la que se plasman sus ideas totalitarias. Valga al respecto mencionar, que eran otras épocas, donde hasta podía resultar razonable establecer políticas rígidas para asegurar la independencia, que demandó muchísimos años más que la consolidación de nuestro país y otros del cono sur.
            Pero coincido con el Dr. Ignacio García Hamilton, autor de “La pesadilla del sueño bolivariano” publicada en La Nación del 25 de enero de 2007, parte del cual transcribo. Allí se desenmascara que Bolívar tenía la aspiración de ser consagrado presidente vitalicio de Venezuela y zonas aledañas.

            Durante su exilio en Jamaica, sugirió establecer un gobierno como el inglés, con la diferencia que en lugar de un rey tendría un poder ejecutivo electivo y vitalicio y un senado hereditario. En 1819 postulaba para Venezuela un presidente perpetuo (él), un senado hereditario integrado por los generales de la independencia y una cámara de diputados de elección popular”.

            “Al pretender que la Gran Colombia aprobara su “constitución boliviana”, se tropezó con el vicepresidente Santander quien le recordó la vigencia de la Carta de Cúcuta, que no podía ser reformada antes de los diez años. Además el vicepresidente le escribió: “No he luchado catorce años contra Fernando VII para tener ahora un rey que se llame Simón I”.

            “Bolívar mandó entonces un delegado militar hacia Bogotá para que en el camino, instara unas “actas populares” para exigir la reforma de la Constitución. Santander le dijo que no eran legales, a lo que Bolívar respondió que “no eran legítimas, pero sí populares, y por lo tanto propias de una república eminentemente democrática”.

            “Poco tiempo después, y mediante un autogolpe se constituyó en dictador de la Gran Colombia bajo el paradójico título de Libertador Presidente, destituyendo a Santander de la vicepresidencia. Pese a todo, no pudo sostener la posición, y tras varias revueltas, debió renunciar, falleciendo pocos meses después, en 1830, mientras la Gran Colombia se desintegraba.”

            Tomando como punto de inicio más de 170 años en el tiempo y las particulares circunstancias de los distintos lugares donde se desarrolló la vida de Simón Bolívar, devendría aventurado realizar una crítica facilista a sus aspiraciones. Fueron otras épocas, donde la independencia de los países del nuevo mundo resultaba prioritaria para cualquier patriota. Tal vez no resultaba tan descabellado instalar un gobierno muy fuerte en pos de asentar los logros conseguidos a sangre y fuego, contra una España que se debatía con otros problemas en el mundo, y veía en sus “colonias” un ingreso de recursos tan diversos como útiles para su propia subsistencia. Recordemos que la independencia de Venezuela fue declarada en 1811 y siguió en guerra hasta 1824.

            Entonces la diferencia entre el bolivarianismo de aquélla época y la de Hugo Chávez se torna abismal. Venezuela es rica sin esforzarse. Malas políticas económicas y sociales durante años no encuentran ni encontrarán las reales soluciones mediante gobiernos despóticos. Pocos países en el mundo han sido beneficiados con recursos naturales de tanto valor como Venezuela.

Tras el triunfo electoral de Hugo Chávez, los populistas seudo progresistas tanto foráneos como locales pretenden poner a la Venezuela actual como modelo universal. Olvidan que Chávez se ocupó de dotar a su país de la mayor inflación de América Latina como también el mayor índice de homicidios, con el apoyo de carteles de la droga mezclados por conveniencia con la política. Ni hablar de las libertades coartadas,  comenzando por la de expresión, sumado ello a un bizarro manejo económico del país.

Son precisamente esos “detalles” los que nos diferencian de un país sometido por un tirano. El punto que el gobierno argentino tiene en común con Venezuela, es la pretensión de profundizar la pobreza, para con subsidios miserables obligar a la gente a darles el voto. También tiene en común soportar las cadenas nacionales de la mentira y el engaño, en las cuales el loro venezolano nos lleva cada vez menos ventaja.

 El punto que el gobierno argentino tenía en común con Venezuela, es el manejo de la Caja. Chávez sigue teniendo una Caja llena de petrodólares que hace jugar políticamente, y nosotros tenemos una Kaja saqueada y vaciada por los pretensos “nac y pop” que no tienen forma de explicar racionalmente cómo tras 9 años en el gobierno, se ven obligados a imponer un cepo cambiario que niegan, porque sus políticas solo generan miseria y desconfianza y nadie quiere perder lo que generó honradamente.

Y el punto que el gobierno argentino no tiene en común con Venezuela, es la re reelección que no se dará porque no podrán modificar la Constitución Nacional. La mayoría no la va a aceptar. No les van a alcanzar los menores de 16 a 18 ni los extranjeros que cobran para venir a votar, aún cuando los incorporen como votantes.

Podemos lamentar que Chávez siga en el poder, por el castigo que representa para el hermano pueblo venezolano. Pero no caigamos en la trampa de transportar situaciones totalmente disímiles. Ni Argentina es Venezuela, ni Chávez es Bolívar. Simón Bolívar jamás hubiera sido chavista, ya que nunca se hubiera sometido a Hugo I. Sólo a sí mismo. No en vano Hugo Chávez Frías lo tomó como modelo.

                                               CABA, 11/10/12