domingo, 25 de marzo de 2012

Doctor Juan Carlo Amatucci.

Cuando la información,
no aumenta el conocimiento.

Autor: Guillermo Ruíz 
Profesor de la UB, Uces, UAI.
Enviado por San Pablo Online.



 
La lectura de datos aportados por estudios de diversas consultoras sobre las prácticas a las que nos hemos habituado respecto a la utilización de redes sociales 
−y las ya-no-tan-nuevas tecnologías de la información− pueden provocarnos varias sensaciones: 
escozor, sorpresa, ahogo, alivio, indiferencia… 
según la vereda desde la cual miramos su impacto.
Cada minuto. 
Google arroja casi 700.000 resultados de búsqueda.
Se envían cerca de 168 millones de correos electrónicos. 
Deben pasarse dos días completos frente a la pantalla para ver el contenido que se sube cada minuto en YouTube. 
Se registran 70 dominios en Internet. 
Se publican 695.000 actualizaciones de estado en Facebook. 
Se abren 100 cuentas en la red de perfiles profesionalesLinkedIn; 
Se bajan 13.000 aplicaciones para teléfonos iPhone. 
Se abren 320 cuentas en Twitter, y se emiten allí 98.000 mensajes.
La enumeración puede extenderse y extenderse. 
A riesgo de convertirla en una sucesión farragosa, la completamos con lo siguiente: 
Cada minuto, en Skype, se generan 370 minutos de comunicación por voz. 
El número de SMS enviados creció de 1,8 billones a 6,1 billones entre 2007 y 2012. 
En el mundo, hay 2.095.006.005 de usuarios de Internet (un 30% del total de la humanidad). 
En once años, la red creció un 480 por ciento.
Todos estos datos pueden corroborarse en investigaciones desarrolladas por Internet World Stats y la consultora PriceWaterhouse-Coopers, las cuales permiten concebir algunas ideas acerca de la modificación de hábitos de consumo culturales, con la irrupción 
−ya podemos hablar de consolidación− 
de medios electrónicos.
Nadie dudaría del increíble aporte de estos servicios (Google, Twitter, Facebook, Skype, entre otras). 
La información con ellos viaja a velocidades no imaginadas hace apenas un par de décadas, cantidad de personas intercambia ideas, novedades, recuerdos, experiencias, con la naturalidad con la que se escribía una carta… y se esperaba respuesta.
Las empresas se vieron beneficiadas de forma notoria, las investigaciones académicas y científicas encontraron medios que las modificaron cualitativamente.
Lamentablemente, para ganar mucho en determinados rubros, la balanza busca un paradójico equilibrio que, a la larga, podríamos lamentar. 
Nos referimos a una trasformación tan grande en nuestro consumo cultural que nos obliga a pensar en un nuevo modo de procesar lo aprendido y aprehendido.
Es decir, en una readaptación del cerebro humano, tanto como lo fue el desarrollo de la imprenta de tipos móviles por Gutenberg, hace más de 600 años, que democratizó la lectura de libros, hasta entonces reducto de una muy pequeña minoría ilustrada de monjes, hombres de estado, comerciantes, intelectuales y aristócratas.
El notable pensador canadiense Marshall MacLuhan, de quien en 2011 se conmemoró el centenario de su natalicio, y por ende sus ideas reverdecieron fuera de los ámbitos específicos de carreras universitarias de comunicación. MacLuhan escribió, a mediados de la década de 1960, que los medios no son solo vehículos de un contenido, ya que ejercen sobre este una importante influencia que modifica nuestra manera de pensar y de actuar. Si bien en esa época lo pensaba respecto a una cada vez más influyente televisión, inferencia mediante, su concepción puede ser actualizada en el mundo de la virtualidad electrónica.
Las hiperpresentes tecnologías de la información son herramientas al servicio de quien las usa, con beneficios difícilmente contraindicados. 
En minutos tenemos a nuestra disposición información que hace poco tiempo exigía semanas o meses de consultas. 
Pero desde las ciencias que buscan descifrar cómo conocemos los seres humanos. 
Aumenta la preocupación acerca de la manera en la que se ve afectada la memoria: una de las facultades cognitivas más importantes que se activa cuando el procedimiento de incorporación del conocimiento se pone en marcha.
Al dejar de ejercitarla, porque, para rescatar datos contamos con la cantera inagotable de los archivos electrónicos, la memoria se entumece y debilita, como cualquier deportista lo nota en sus músculos al retomar su actividad luego de un tiempo sin prácticas.
Si los medios son extensiones de nuestros sentidos, como decía MacLuhan, Internet sería, además de herramienta, un dispositivo externo en donde almacenar todo. 
El problema radica en que el funcionamiento de nuestro cerebro 
−obligado ahora a procesar de otra manera− 
se va adaptando a la nueva realidad, con una nueva forma de incorporar información, de pensar, renunciando así a determinadas funciones.
Leer libros completos, mirar entera una película, verse obligados a esperar el resultado de un experimento para poder avanzar en una investigación puede convertirse, para niños, adolescentes y jóvenes, en una tarea de exigencia extrema, a pesar de tener todas las aptitudes y facultades humanas.
Hecha la costumbre de picotear información en cualquiera de los dispositivos posibles 
(notebook, PC, Iphone, Smartphone…y demás), 
sin la necesidad de esfuerzos de concentración, se ha ido olvidando el hábito, condicionando su conocimiento a la parcialidad de contenido fragmentado, descontextualizado, muchas veces vacío de sentido. 
De este modo, se pierden las conexiones, comparaciones, inferencias, añadidos, complementos, que necesitamos para pensar, con atención, reflexión y paciencia, mucha paciencia.
Si el progreso tecnológico en el que confiamos el devenir de las futuras generaciones 
−que, por supuesto, ya están entre nosotros− 
significa depositar en computadoras y otros artefactos inteligentes la solución de todos los problemas cognitivos, a corto plazo, estaremos perdidos: cuando, en las aulas, las calles y los hogares, nos enfrentemos a problemas de comprensión mayúsculos, en donde la capacidad de conocer holísticamente, en la integridad de situaciones complejas, como lo son todas las actividades humanas, sufra de desconexión.
En esas circunstancias, ningún servicio técnico responderá el llamado.

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