lunes, 11 de marzo de 2013

2013



CHÁVEZ:



MITO E   
INFLUENCIA
EN LA
REGIÓN.



Por : 
Ernesto

Bobek 

Cáceres.

Abogado 
(Justa  Causa)
ebobek@fibertel.com.ar

El fallecimiento de Hugo Chávez Frías se reflejó en las primeras planas internacionales por uno o dos días, salvo en los países de la región donde se le dio una mayor trascendencia. Las notas editoriales mayormente describían a un tirano singular, en el contexto de un país muy particular. 

Venezuela, sexta potencia petrolera del mundo, es rica sin esforzarse. No puede extrañar entonces que desde la educación hasta la economía, políticamente se haya manejado tradicionalmente en forma muy laxa. El oro negro parece solucionarlo todo. Profusas exportaciones mediante, el saldo de la balanza comercial siempre fue generoso con los venezolanos. Por supuesto, no con todos ellos.

Ya muchos años antes de Chávez los sucesivos gobiernos manejaron el país sin preocuparse por la calidad institucional, ni por la pobreza que era fácilmente superable y menos aún por la educación entre otros rubros. Esto fue favoreciendo la generación de un ámbito de corruptelas toleradas.

Es en ese contexto donde se debe analizar el fenómeno Chávez, porque de otra manera no se podrían explicar los índices de popularidad que alcanzó, al menos hasta la última elección, la que según muchas fuentes perdió por un holgado margen, pese a lo cual y con una de esas maniobras que el ya mítico Don Corleone denominaba “una oferta que no podrá rechazar” (El Padrino, Mario Puzo), habría sugerido a la oposición que pegue la vuelta y espere a otra elección porque todavía no era su momento.
Las expresiones desenfadadas -“ALCA, ALCA, al carajo” entre muchas otras- y los casi diarios, interminables e insoportables discursos fueron una marca registrada de Chávez. Insultó gratuitamente a quien le vino en gana, y acusó vanamente a quien no era como él. No digo “a quien no pensara como él” ya que tengo fundadas dudas de su capacidad de raciocinio. Era vivo en demasía, pero no capaz. Si lo hubiera sido, otra sería la suerte de Venezuela que durante su despótico gobierno llegó a batir récords de inflación y de pésima calidad de vida. 

Es curioso que por una parte se refiriera a los Estados Unidos como “El Imperio”, al que acusó y hostigó como fuente de todos los males del universo, y paralelamente era su principal cliente a quien le exportaba el petróleo extraído de las entrañas de su feudo.
Quien pretendió eternizarse en el poder emulando a Fidel Castro parecía lograrlo; pero olvidó que entre sus tantos beneficios no estaba el de la inmortalidad. 
Hace años, contradiciendo descaradamente propias declaraciones registradas en filmaciones respecto a cómo conduciría los destinos del país -aún localizables en YouTube- pateó el tablero de las relaciones internacionales llegando a popularizar lo que sentiría como una proeza: Así como superhéroes de historieta tenían expresiones mágicas como “¡Shazam!” (El Capitán Maravilla) o “Por el poder de Grayskull” (He Man), el Súper Hugo acuñó el “Exprópiese”, con el que manoteó empresas comerciales de alta rentabilidad y medios periodísticos. Logró atemorizar propios y ajenos. 
            Estas excentricidades de quien violó sistemáticamente la constitución venezolana mientras esbozaba una sonrisa fueron imitadas recientemente por el también particular presidente ecuatoriano Rafael Correa. 
A quien le está costando un poco más es a nuestra presidente con sus intenciones de desguasar el grupo Clarín y toda otra forma de expresión que no provenga de quienes repiten su discurso único. 
Las recientes tres horas y cuarenta y siete minutos de CFK al inaugurar el período de sesiones ordinarias del Congreso tratan de emular las “proezas” del parlanchín bolivariano. 
Al respecto recomiendo la lectura de “Una maratón verborrágica”, del Dr. Jorge R. Enríquez (buendianoticia8.blogspot.com  domingo 10 de marzo de 2013). Describe en forma magistral cómo se emplearon casi cuatro horas para hacer autobombo y no decir absolutamente nada de lo que les interesa y necesitan escuchar los argentinos.  
 Son muchos los trenes a los que no debimos subirnos, y a otros tantos equivocadamente los dejamos pasar. 
            Esas oportunidades desperdiciadas son las que luego marcan el fracaso de las naciones subdesarrolladas y por tanto más vulnerables a los avatares internacionales. 
            Debemos preguntarnos si es tan difícil rescatar lo bueno y descartar lo malo de las experiencias de otros países. Podríamos comenzar por las buenas experiencias de Brasil y Chile entre los latinoamericanos. 
       ¿Por qué siempre vamos a contramano de la historia?
              Resulta inadmisible que nos quieran emparentar política y económicamente con países hoy terminales dentro del concierto internacional como Cuba y Venezuela. 
              También que nos hablen por horas de las bondades de nuestra realidad basándose para ello en amañados índices y estadísticas elaborados por el propio gobierno. 
CABA, 8 de marzo de 2013 

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