domingo, 2 de septiembre de 2012

Uno y otro, y otro más, y todos exponen las mismas ideas ¿ ?


Opinión...

-Incógnitas y certezas
Por Carlos Berro Madero.
“¿Se advierte cuál es el proceso paradójico y trágico  del estatismo?
La sociedad, para vivir mejor, crea   como un utensilio el Estado.

Luego, el Estado se   como un utensilio el Estado sobrepone y la sociedad tiene que empezar a vivir  PARA el Estado 
De aquí que todos los pueblos hayan tenido un límite en su evolución estatal: 

EL LÍMITE IMPUESTO POR LA “NATURALEZA” 

A SU   FANTASÍA” 

-José Ortega y Gasset.

Las reflexiones del filósofo español constituyen un significativo aporte para poder evaluar a fondo la dialéctica del debate en el que nos ha sumergido el gobierno mientras estatiza paulatinamente la economía.
       Creemos que ello solo responde al deseo de apoderarse definitivamente del poder absoluto, ignorando así esa “naturaleza de las cosas” a la que siempre alude Ortega en sus escritos. 
      Porque lo “natural” es lo que “está dado” y por tal motivo “es en sí mismo”, en contraposición con un Estado que debe ser sostenido trabajosamente a través de una convivencia pacífica y solidaria.
Las preocupaciones de estos días, señalan la línea difusa existente entre las incógnitas y las certezas acerca del rumbo que tomará el gobierno en su ir “por todo”. 
          Nadie alcanza a imaginar el sentido exacto de esta frase y por lo mismo existe mucha incertidumbre, mezclada con una ingenua dosis de esperanza.
           Para abordar el tema, habría que tener presente que el principio de la “cuestión estatal” ha figurado desde antiguo en los fundamentos de muchos movimientos políticos.
          Primera certeza a la vista: 
el Estado promovido por el kirchnerismo solo quiere aumentar su injerencia y control sobre las actividades económicas y sociales, tratando de anular el poder liberador que yace en la
idiosincrasia espontánea de los ciudadanos.
         Es bien sabido que la centralización de ciertos controles, cuando responden al interés de quienes detentan el poder, conspiran siempre contra la salud de la democracia.
          Montado sobre el resultado de unos comicios que le otorgaron una mayoría apreciable, el kirchnerismo supone que ello lo autoriza para ejercer una  omnipotencia cesarista.
          Segunda certeza: 
Ha decidido ungir, casi místicamente, a Cristina Fernández como “delegada democrática” con la suma del poder, con el fin de que regule a su antojo la “vida y hacienda” de los ciudadanos.
            Tercera: 
el gobierno está ciego frente a las eventuales consecuencias de sus atropellos, porque siente que ha llegado para quedarse para siempre. 
             Esto se  aprecia en su intento de destrucción de quienes intentan rebatir el discurso
único, usando del amedrentamiento y
contradiciendo en forma flagrante sus melifluas apelaciones públicas a una república “igualitaria”.
            Cuarta: 
Néstor, Cristina y su círculo áulico, se han comportado de la misma manera desde hace veinte años. 
Antes en Santa Cruz y ahora en Buenos Aires, jamás se han apartado un ápice de un colonialismo cultural con el que se apoderaron de la conciencia de muchos ciudadanos desprevenidos, que nunca imaginaron que intentarían violar su puerta como vendedores de electrodomésticos sin certificado de calidad alguno.
Llama la atención que existan aún personas que no hayan comprendido acabadamente todo esto, porque el lenguaje del gobierno ha sido siempre muy explícito en su marcha hacia el autoritarismo.
Sería interesante a continuación echar una mirada sobre las incógnitas que podrían constituirse en severos obstáculos para la consolidación del régimen.
             La primera: 
¿Tendrá salud suficiente Cristina para resistir emocionalmente a ciertas evidencias “naturales” que parecen comenzar a rebelarse espontáneamente contra la arbitrariedad? 
No es difícil colegir que el método de “compromiso” fanático que le imprime a su gestión, la afectará mental y físicamente tarde o temprano, convirtiéndola en una persona incoherente.
En alguna medida, esto parece haber comenzado a ocurrir.
¿Y después qué?
            La segunda incógnita:
¿Cómo podrá sostener el gobierno el monstruoburocrático y corrupto que ha creado, sin disponer de dinero genuino suficiente ni acceso al crédito burocrático y corrupto que ha creado, sin disponer de dinero genuino suficiente ni acceso al crédito internacional?
El derroche que ha hecho hasta hoy para alimentar su fantasioso “modelo” lo está llevando a emitir moneda sin respaldo y en algún momento la inflación que se está descontrolando –y ahuyenta las inversiones-, afectará la productividad.
           ¿Cuántas personas tolerarán entonces que sus magros ingresos, o la inexistencia de ellos, las sumerjan en una vida de crecientes privaciones?
             La tercera:
¿Cómo podrán convencer a algunos aliados externos y aún a quienes no los quieren ver ni en la sopa, que el país que intentan “diseñar” puede resultar una meca para sus inversiones?
El mundo siempre se ha escapado de quienes se muestran como países con instituciones democráticas débiles, huyendo de ellos como de la peste.
         “Para problemas, bastante con los nuestros” suelen decir                  (con toda razón).

           La cuarta: 
¿Podrán modificar la actitud mental de empresarios que miran habitualmente dónde hacer buenos negocios para disponer luego libremente de sus utilidades? 
Resulta difícil imaginarlo. 
Por ahora, los “road shows” que han montado para “vender” el nuevo concepto de estatismo sin competencia, no están dando resultado. 
Lo más probable es que quienes se acerquen al
gobierno con intenciones de “asociarse” exijan condiciones muy duras y asfixiantes para el “modelo”.
Finalmente, para confirmar nuestras convicciones sobre la esencia de un verdadero Estado (no el que pretende servir a la mesa el gobierno),
retomamos el pensamiento de Ortega, señalando con él que este puede encontrarse solamente “en una intimidad y solidaridad radical de los individuos con el poder público.”
¿Alguien puede asegurar que se esté dando este supuesto entre nosotros?
Así están las cosas y no creemos que sea tiempo de falsas esperanzas ni divagaciones.
Si el gobierno no cambia (no parece que esté dispuesto a hacerlo), puede encontrarse muy pronto chapoteando en el barro de una zanja bien profunda,porque como decían los filósofos griegos: “la única verdad es, finalmente, la
realidad”.
Carlos Berro Madero
carlosberro24@gmail.com
23.08.2012.

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